miércoles, 25 de agosto de 2021

(un escrito encontrado de año 2014) Para un Chile distinto. En la instalación de este nuevo periodo de gobierno de la presidenta Bachelett con su coalición política “La Nueva Mayoría” que es una versión 2.0 de la vieja Concertación, se promociono con un cabio de reformas estructurales, que le cambiarían el rostro a Chile, algunos incluso utilizaron como metáfora, bueno o mala, da lo mismo, que utilizarían la Retro excavadora en la institucionalidad chilena para hacer cambios profundos, sin embargo en ninguno de estos discursos, o quizá para ser más riguroso, en muy pocos, se menciono de manera clara y contundente una nueva constitución y menos aún de una Asamblea Constituyente como medio para elaborar una nueva carta magna, un nuevo contrato social, que finalmente permitieran llevar a cabo cambios estructurales dentro de la institucionalidad del país. Esta promesa de cambios institucionales se viene haciendo desde el llamado retorno a la democracia y que se instalo como retorica, cambiar la institucionalidad desde adentro, pero los hechos han demostrado finalmente, que la institucionalidad los cambio a ellos. Por otro lado, el disciplinamiento neoliberal a través de la fuerza durante décadas, canalizado por medio de la educación y sistematizado en la Constitución de 1980, ha permitido que la población en general, desconozcan la importancia de la Constitución Política, los efectos y alcances que ella tiene para la vida cotidiana de un país, de ahí que efectivamente no esté dentro las prioridades de la gente, según las encuestas, y que por lo demás, en esto, creo que tienen razón. Diversos estudios y ensayos fuera y dentro de las estructuras de poder han demostrado que la Constitución de 1980 o del 2005 como quieren algunos atribuir, por la famosa firma del ex presidente Ricardo Lagos (el emperador monigote) es infranqueable en su esencia , y por mas cambios o reformas que se le hagan, esta continua inalterable en matriz neoliberal, esto es, la jibarización del Estado y la supremacía del mercado en las relaciones no solo económicas del país, sino que también en las políticas, sociales y culturales. La Constitución actual, está diseñada, para que el Estado tenga la menor injerencia posible en la actividades del país, las cuales sean susceptibles de llevar a cabo por personas o grupos privados insertos en el mercado, y por lo mismo tampoco puede realizar actividades que de alguna manera afecten o alteren el principio de competencia dentro del mercado mismo, solo le cabe generar las condiciones para mantener un sistema que permita el “emprendimiento” y la “iniciativa privada”. En este contexto las reformas que han estado publicitando desde el gobierno, se encuentran o se encontraran primero con la resistencia de los grupos políticos – económicos que quieren mantener el estatus quo actual, donde obtienen claras ganancias y con muy poca fiscalización, como ocurrió con la reforma tributaria, donde aparte de no subirle los impuestos a los que más ganan y permitirles a través de otros instrumentos seguir eludiendo impuestos, y por otro lado subirle los impuestos a productos que consume la población en general, es decir, seguiremos pagando más impuestos la mayoría, gracias a la llamada “cocina” de Zaldivar, así también ocurrirá con las reformas en la educación y la reforma laboral, donde por le demás, los grupos que en el congreso están explícitamente apoyados por los grupos económicos más radicales, ya han amenazado que si se llegasen a aprobar reformas que atenten contra los principios antes expuestos y las bases institucionales, recurrirán al Tribunal Constitucional para detener dichas reformas, y que de acuerdo a los estudiosos constitucionalistas, el tribunal les encontrara la razón, pues no puede ser de otra forma, pues es lo que dicta y sostiene la constitución misma. El no hacerlo sería inconstitucional y por lo mismo ilegal. Evidentemente esto estaría fuera de toda realidad. Es así que las reformas profundas y estructurales que el gobierno sostiene, solo se sostienen en la retorica, y no los hechos, pues no puede haber reformas que vayan contra la constitución misma, y contra las leyes, salvo que esta reformas solo se transformen en retoques de lo mismo, es decir, como dice el viejo adagio, cambiemos todo para que nada cambie. La concertación sabe mucho de esto último. En conclusión, aquellos que en algún momento determinado pensaron que los cambios institucionales en la educación , en los tributos y en lo laboral serian profundas, pueden que hayan pensado bien, pero no suficiente, pues el techo de dichas reformas está determinado por la constitución y ésta no permite más de lo que actualmente hay, sino me creen, pues lean la constitución misma. Por eso es de suma importancia volver a levantar ahora con mas fuerza que antes y con mas energía que nunca, la idea de una asamblea constituyente que elabore una nueva Carta Magna, más democrática, más participativa, más inclusiva, más república, más ciudadana.

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